Taller de Pintura - Salvador Dalí Paris 1967


Hacía dos meses que yo había llegado a París , cuando me enteré que Dalí iba a realizar una exposición de sus obras en el Hotel "Meurice", un sitio muy lujoso ubicado en la Rue de Rívoli,  frente al Museo del Louvre.

La exposición se inició el 18 de noviembre de 1967. Era una muestra muy selecta de varias de sus más importantes obras. El nombre de la exposición era "Homenaje a Mesonier". El cuadro central de la muestra era un enorme lienzo llamado "La pesca de los atunes".

Me enteré por un amigo, que simultáneamente con la exposición, el propio Dalí iba a dictar un curso sobre Arte Surrealista. Aunque no se trataba de la línea artística que más me interesaba, decidí matricularme para tener la oportunidad de conocer de cerca a uno de los grandes pintores del siglo.

La presencia de Dalí fué todo un acontecimiento en la "Ciudad luz". Aparte de la exposición y del curso, también se efectuaba una muestra de joyas diseñadas por el artista español, y en exclusivos almacenes de la ciudad se vendían barajas españolas concebidas por él.

Unos 30 pintores fueron aceptados finalmente en el curso. El grupo estaba conformado por artistas provenientes de las más diversas regiones del mundo. Desde luego existía una enorme expectativa por conocer al controvertido personaje y el día del curso desde muy temprano llegamos al sitio destinado para el mismo.

Finalmente entró Dalí, con un traje completamente negro envuelto entre su capa característica. Con ambas manos sostenía un bastón también negro, terminado en una empuñadura de plata. Estaba junto al maestro una despampanante modelo, que  pasó casi desapercibida para el selecto público, opacada por la imponencia de su acompañante.

Dalí se instaló en una silla de plástico transparente. A su lado, siempre de pie, la modelo. Desde ese "trono transparente", dictó las tres charlas que constituían el curso.

Todos los gestos del pintor parecían programados. Todo en él, su caminar, su mirada, su modo de hablar, denotaban la imponencia y arrogancia que lo hicieron famoso.
Sólo se levantaba de su silla para acercarse a un caballete y pintar esquemáticamente en un lienzo alguna figura que ilustraba lo que iba dicendo.

Cada uno de sus comentarios era salpicado por una anécdota que casi siempre se refería a él mismo y en especial a la grandeza que él mismo se atribuía.

Entre sus atributos físicos le gustaba destacar sus bigotes y siempre tenía una inusitada razón para justificar su extravagancia.
"La verticalidad de mis bigotes dijo en alguna ocasión, es como la Catedral de Burgos, son el contrario de los de Nietzsche, que son bigotes depresivos".

Y así entre extravagancia y extravagancia fue trancurriendo el curso. Al finalizar la última sesión, Dalí anunció a sus ocasionales discípulos que les iba a dar la oportunidad única de hacer un dibujo sirviendo él como modelo; descendiendo así de su pedestal.

Así mismo anunció que cada uno tenía 10 minutos para efectuar tal dibujo y que al cabo de ese lapso firmaría aquellos que él considerara de gran calidad.

Durante ese tiempo elaboré tres  carboncillos. Cuando terminó el tiempo los 30 participantes hicimos una fila para mostrarle uno a uno a Dalí sus respectivos dibujos.

Me le presenté como suramericano y él se sorprendió que entre tan reducido grupo hubiera una persona de estas latitudes. Sobre mis retratos dijo: "Son interesantes, esos rayos que has pintado saliendo de mis ojos son la vibración que yo emano; has captado mi personalidad electromagnética".

Estos son los retratos que el pintor español Salvador Dalí firmó:

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